NOTA DEL ÁNGEL ROMÁN

Y en ese día se separarán dos monstruos, una hembra llamada Leviatán, que morará en el abismo sobre donde manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupará con sus pechos un desierto inmenso llamado Dandain

El Recado de C.C.

19 de febrero de 2009

Heart Break Hotel (Parte IV)

Howard se vuelve a vestir, lo observa Iván y solo sale por la puerta. Howard baja las escaleras hasta llegar a la cocina, al abrir la puerta ve una vacía estufa con un gato dentro del horno y las gavetas vacías con una gruesa capa de polvo gris. Sólo hay cinco lindas mujeres vestidas de color negro, y tres hombres más de color rojo, en la mesa solo hay algo de fruta y muchas latas de comida. Howard no quiere nada de comer, le asquea el sabor a humedad, el añora el sabor caliente de la comida de verdad, no quiere saber nada de putas, ni de homicidas. Le reza a la Señora de París, para que acabe con este asqueante vivir.

— ¿Por qué has llegado aquí? Te encontraste la extraña carta — le dice una mujer de Asís

— La encontré muy cerca de este lugar. Vine solo por mera casualidad.

— La casualidad muere aquí, aquí todos nos han dado cartas de hace casi 200 años recomendándonos este hotel. — dice el hombre de Dublín.

Las putas se disponen a comer con un cucharón, lo hunden en la lata y sacan carnaza salada, la devoran como si nunca antes hubieran comido. Mientras los homicidas despedazan la fruta y quitan las partes podridas con un tenedor, lo que resta lo arrojan por la pequeña ventana grasosa en dirección al callejón. Howard asqueado por la escena viscosa, sale de la cocina y camina hacía la salida. El hombre de la recepción se da cuenta detrás de la jaula dorada.

— ¿A dónde crees que vas? — Exclama el una vez el dueño del lugar

— Voy a buscar algo que sepa distinto al metal, en pocas palabras una comida de verdad

— Si la quieres dile a Iván, el te puede conseguir lo que quieras, si es que tiene simpatía por ti

— ¿Cómo sabré si le simpatizo?

— Pídele lo que quieres, como tu comida de verdad, si el te lo da, es que estas con él.

— ¿Sabe donde está? — Mirándolo a los ojos de piedra

— Está en el baño del segundo piso, cuidado hay demasiado vapor, y creo que te sentaría bien. Ha sido mucho tiempo sin un buen baño de agua caliente.

Howard hace caso y sube las escaleras hacía su habitación. Abre la puerta y ve la luna resplandeciente desde su ventana, preguntándose cuando la volverá a ver sin el tono verdoso flourecente, se desviste y se cubre con una toalla que encontró debajo de su cama, a su mucho que añoraba un baño caliente. La ultima vez que lo hizo fue hace ya un año, antes de ir a trabajar, el la tierra lejana de Belfast.

Camina desnudo hasta el segundo piso, ve el letrero y entra como sin nada, pasa por las regaderas iluminadas por una lámpara parpadeante, solo alumbrando un poco y dejando en penumbra la habitación, ve a al hombre grande que guardaba la entrada la primera vez lavándose el cabello y parado sobre una charca gris. Al final estaba la escalera de azulejo verde, y al llegar al final, estaba la puerta gris que al pasar estaba la habitación a media luz con el foco colgando en un largo cable, toda llena de vapor y sudor. Con la fuerte humedad, Howard ya no soportaba más, el olor de la grasa al fluir en el agua gris, sentado en la pared el fondo estaba Iván, afeitándose con una gran navaja de plata por enésima vez, mirándose en el espejo que algún tiempo vio su tu tersa piel, ahora solo queda el pedazo del hombre que un día fue. Howard se acerca a él.

— ¿Qué haces aquí? — Pregunta Iván

— Hace tiempo que no tenía un baño de verdad, uno donde no compartiera el charco con los perros. Y con agua caliente disponible cuando se quiera.

— Tienes razón, y creo que puedo confiar en ti

— ¿Por qué lo crees? Así tan rápido y sin ninguna conversación

— Por que aprovechas todo lo que se te ha dado, eres humilde pero piensas sólo en ti, al igual que yo hace algunos años. Viví la mayor parte de mi vida en una gran ciudad, aprendes a aprovechar lo que se te da, pero también tienes que hacerlo cuidadosamente y no tan rápido ya que caerás estrepitosamente. Así eres tú y se que puedo confiar en ti.

El hombre grande abre la puerta, entra desnudo y se sienta a un lado del pequeño Howard, la estatura se nota más, su diferencia de veinticinco centímetros ahora es un punto focal. Al mirar Iván se hecha a reír y le pregunta al hombre grande dejando su espejo a un lado de él.

— Olaf, ¿Qué ha pasado con lo que te pedí?

Responde Olaf con una mueca de fastidio

— No lo he encontrado lo que pediste, pero te traje algo que se pudiese parecer, está en mi habitación.

— No quiero entrar a ese lugar — Dice Iván con cierta incredulidad — Tu compañero parece un cerdo comparado con Howard, mejor tráelo aquí y te esperaré.

Olaf se pone de pie y sacude el pelo de Howard,

— Ahora traigo lo que querías, y espero que te guste.

Olaf desnudo camina hacía la salida del vapor. Toma una toalla y camina hacía su habitación. Saliendo del baño encuentra la siniestra presencia de El-Hazzred, con la mirada vacía trata de ver en el interior del hombre que del baño salió.

— ¿A dónde vas? — Dice con prepotencia mayor.

— Voy por algo que me ha pedido Iván y tengo que ir por el.

— ¿Qué le tienes que dar?

— Algo que el nuevo chico quiere, y ya lo acabo de encontrar.

— No quiero favoritismos aquí, te lo digo yo como dueño del lugar.

— Será el dueño de lo que quiera, menos del nuevo que acaba de entrar, tenía en su mano una carta del señor Ahab, eso ya quiere decir mucho de él. Tiene ahora más poder del que usted en el desierto hace mucho tiempo.

— Haz lo que quieras, hace tiempo que el bastando se fue, ya los dejo a ti y a Iván, les he dado asilo aquí ya que le prometí a Caleb que lo tendría que hacer, pero algún día la paciencia se me acabará.

— Cuando eso pase, después de una hora ya estará muerto, ande con cuidado entre nosotros.

Olaf camina y deja solo a El-Hazzred. Enfadado con la conversación el hombre entro en ebullición, en su cuarto la temperatura era tremenda y no tuvo más que tirarse un vaso de agua a la cara.

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